La pregunta del millón

La pregunta del millón debería estar presente en cada reunión que convocamos: ¿A qué pregunta estamos intentando respondernos? Muchas de las reuniones, en cambio, se abordan con el espíritu de conversar sobre el problemón del siglo. En ausencia de una pregunta-marco que convoca a los presentes y aspira a hacer propuestas colectivas desde la inclusión y el compromiso con la ejecución, el problemón nos atrapa en una lucha egocida.

Mi propuesta vive a cambio de que la tuya muera.

Mi propuesta de solución es legítima, la tuya es insensata.

La solución es la pregunta

La pregunta del millón es la pregunta que enmarca nuestra colaboración. Tanto en coaching individual como de equipo o de negocio no resulta operativo formular la pregunta con el «cómo»: ¿cómo hay que hacer para…? La pregunta deberá incluir tres dimensiones:

  • Una que apele a que la solución emerja desde la colaboración entre los miembros del equipo.
  • Una que apele a que la solución genere futuro, y por lo tanto apertura.
  • Una que apele a que la solución pueda ser ejecutada desde cualquiera de los roles involucrados en la propuesta de respuestas.

La formulación de la pregunta en términos de resolución de problema tienen un recorrido incierto. Los egos se vuelven a enzarzar en la legitimidad del problema y de la solución. Una legitimidad trata de expulsar a otra. Las resistencias a las soluciones propuestas vuelven a aflorar.

Me creo entre «poco» y «muy poco» el valor de aquellos seminarios y talleres que formulan su propuesta de valor desde el «cómo»

¡¡Otro listo de turno que tiene la solución!! Me digo.

De la complejidad a la simplicidad

Me creo «nada» aquellos relatos que hablan de la complejidad como si fuera una mercadería, para acto seguido proponer soluciones definitivas a la complejidad. Postulan una montaña para, acto seguido, decirnos cómo escalarla.

En los sistemas humanos la complejidad es tal porque puede haber tantas propuestas de soluciones como personas intervienen. En los sistemas humanos no hay solución definitiva, más bien consensos de evolución, visión compartida sobre cómo cambiar la situación. Por eso es importante consensuar la pregunta del millón.

Reconozco que las propuestas de solución definitiva o «llave en mano» venden más seguridad que capacidad para aprender. La seguridad es uno de los sucedáneos del aprendizaje.

La búsqueda de simplicidad comienza así: ¿Cuál es la pregunta del millón?