Queja y martirio en el trabajo
Hay personas cuya misión es actuar la queja por lo que supuestamente les sucede o lo que les hacen. Son personas que sienten que dan más que reciben, se quejan de recibir peor trato que otras, de tener que sacrificarse para que otras personas o el negocio vaya bien. Nos asaltan en los pasillos, se cuelan en los despachos. Una persona instalada en la queja pierde y hace perder eficiencia.
El martirio es la sobre-actuación siguiente a la queja.
Las actuaciones de la queja
El sentimiento de descompensación emerge cual un empleado siente que pone más en el juego de lo que se lleva, a menudo porque siente que alguien se lleva más de lo que pone. O el sentimiento de quien siente que tiene que hacer algo que corresponde al otro. O el de quien esperaba algo de alguien y no llegó. O el de quien tuvo una promesa de alguien que luego no se cumplió.
La descompensación está al origen de numerosas quejas y conflictos en el trabajo. Las relaciones profesionales acumulan cientos de descompensaciones, generando nudos en la relación con el jefe, con el compañero o con la empresa. La queja que genera se corresponde con un déficit de reconocimiento.
Yo doy más que recibo…ella es la preferida…no hace lo que debería hacer…si no lo hago yo, no lo hace nadie, que parezco la tonta de la casa.
Desde su incompetencia relacional o desde la fantasía de que para ellos no existen límites, los directivos son generadores de descompensaciones en sus equipos.
La queja como arma de poder
La queja es un arma de poder infalible:
- Permite mostrar la impotencia de quien dice sacrificarse por el otro.
- Permite poner al compañero como la barrera que impide a uno hacer las cosas bien, el otro como obstáculo activo al trabajo bien hecho.
- Permite vender como un favor personal lo que debería abordarse desde el plano profesional.
- Permite reivindicar mayor reconocimiento ante los jefes como moneda de cambio por la descompensación sufrida.
- Permite no ocuparse de lo importante porque uno está muy liado con sacar adelante lo urgente, que suele ser porque otro no hace su trabajo correctamente.
- Permite mostrarse como salvador del otro (“yo soy quien le saca las castañas del fuego”) y también como perseguido por el otro (“me hace esto a mí, después de lo que he hecho por ella”).
- Permite construir argumentos para despedir, para humillar, para controlar, para hacerse imprescindible, etc.
- Permite hablar de fortalezas o de debilidades del otro, según donde se sitúe uno en la rueda.
El poder del martirio
¡A mí me están chuleando! Esto es un abuso. Parezco el tonto de la casa. Aquí nos sacrificamos algunos para que otros vivan a cuerpo de reyes.
Cuando un grupo está en posición degradada, necesita de uno de sus miembros para depositar su caca e incluso le acaba sacrificando. No es el caso que trato aquí.
Al martirizado le duele todo. Está poseído por la tristeza y la desesperación. No porque se sienta mal reconocido, sino porque se siente mal querido e incluso abusado. Ve una intención deliberada en lo que le está sucediendo. Tiene la fantasía de que su martirio le elevará al altar. Mejor hacer que los demás se sientan culpables por lo que no hicieron por uno.
El postureo del martirizado tiene forma de ejercicio de poder, ejercitado desde una posición baja, que también es muy poderosa.