Los usos del poder en el rol profesional
El poder puede ser usado de seis maneras en el rol profesional. El poder está presente en la mayoría de las interacciones humanas, algunas de ellas son abusivas. Entender los usos y abusos es importante en la activación de la estrategia de negocio. En los procesos de coaching directivo o de equipo le presto atención a estos usos y abusos con el propósito de sanar al directivo en el ejercicio del rol, de mejorar la calidad de la relación en el equipo y de mejorar la marcha del negocio.
El poder sobre
El «poder sobre» es el uso orgánico del poder, el poder oficial o estructural de la organización. Es el poder del organigrama que establece la jerarquía y los controles en la empresa. Quien tiene el poder oficial a veces no tiene o no consigue acceder a sus recursos para ejercer tal responsabilidad, la seguridad interior es uno de esos recursos carente, uno está tentado de abusar el poder que tiene desde el postureo y el mangoneo.
En las sesiones de equipo para desarrollar el «poder para”, el representante del poder orgánico se siente legitimado para hablar más, para interrumpir a los demás, y para sentar cátedra con su palabra, acallando a sus colaboradores, consiguiendo con ello el efecto contrario de lo que se pretende.
El poder para
El «poder para» es el uso que las personas logramos desde el empoderamiento, el «poder para» es antagónico al sentimiento de enajenación (sentirnos ajenos a). El compromiso, la capacidad de influencia y la de interdependencia son representativos del «poder para», uno se siente adecuado y legitimado para decir y para hacer. La persona y el rol están alineados. Desde el liderazgo colaborativo, el «poder para” viene reforzado desde el «poder con”, que representa la fuerza del equipo.
El no poder
El «no poder» es el uso del poder desde la posición baja. Consiste en no darse por enterado, en declararse imposibilitado, o en parecer tonto para que el otro nos salve, nos excuse o nos perdone. Todos conocemos a alguien que actúa muy bien su «no poder» con tal de ser exonerado de una misión o de una tarea propia del rol: no puedo, no sé, no entiendo, dime tú…sácame tú de aquí…es que tengo que, la verdad es que no me he enterado.
El poder sobre-actuado
El «poder sobre-actuado» es un teatro, una performance, un órdago o un pavoneo para exhibir poder, para intimidar o para llamar la atención. Esa performance se actúa en dosis sucesivas a lo largo de múltiples interacciones verticales y horizontales: a mí me están chuleando, yo siempre tengo que cargar con el muerto ¡¡nadie juega con el pan de mis hijos!!
La sobre-actuación es bastante común en nuestros tiempos, hasta el extremo que el teatro se vuelve más importante que el contenido.
El poder mangoneado
El «poder mangoneado» significa el mal uso o abuso del rol profesional con el propósito de obtener un beneficio económico, relacional o emocional. Las relaciones oficiosas e irracionales pueden mostrar más poderío que el poder oficial, las personas se vinculan por razones externas al rol que desempeñan. Cuando alguien dice a un colaborador: poco sabes cuánto me decepcionas, te recuerdo que lo que eres me lo debes a mí, está actuando un mangoneo.
El contra-poder
El «contra-poder» es la actuación para probar cuánto poder tiene verdaderamente quien ostenta el poder, cuánto poder tenemos sobre quien tiene el poder oficial, cuánto poder de secuestro tenemos sobre el equipo en el cual trabajamos, o cuánto poder tenemos para no respetar la norma en vigor ¿Cuánto poder tiene mi jefe? ¿Cuánto poder muestro yo sacando a mi jefe de su rol? ¿Cuánto puedo desestabilizar y hacer dependientes a mis colaterales, miembros de mi equipo natural? ¿Cuánto puedo transgredir yo la norma?
Hay gente especialista en tensar la cuerda, en echar pulsos, en mover los límites o en probar constantemente los límites del otro. Para estas personas sentir su poderío les resulta más excitante y atractivo que la misión asignada al rol.
El rol profesional
Venimos al trabajo por y para ejecutar el rol profesional, para estar en rol. Algo tan sencillo de entender, resulta difícil de ejecutar. Nos comprometemos a medias con el rol, renqueamos con las responsabilidades que tenemos asignadas, incurrimos en manipulaciones o en abusos, sobre-actuamos para ocultar nuestra incompetencia, hacemos una lectura personal del rol y, peor aún, nos zafamos con facilidad de este. Salirse del rol es un deporte popular.
Las estrategias de negocio no toman en consideración estas cuestiones.
El auto-control en el ejercicio del rol
El auto-control está vinculado con la atención y la concentración, imprescindibles para ejecutar el rol de manera adecuada. La fatiga o el estrés reducen el nivel de concentración y por lo tanto reducen el auto-control. Uno se pone en piloto automático, dando la impresión de lo contrario.
Muchas reuniones se alargan porque aparecen dispersiones, digresiones fruto del déficit de auto-control de los participantes. A menudo los participantes a la reunión vienen sin propósito claro a las mismas, es decir, vienen esperando nada, que ya es mucho pedir. Otras veces vienen sin prepararse o sin leerse los documentos, y se vuelven especialistas en asar a sus compañeros con preguntas como para mostrar que tienen mucho interés. Todos hemos conocido reuniones en las que los perezosos tratan de controlar a los que curran.
El auto-control está vinculado con la ambición y con la exigencia en el desempeño del rol. Queremos conquistar el mundo, pero nuestro déficit de auto-control nos impide auto-organizarnos. Nos dispersamos como el viento en la llanura. Lo mismo planchamos huevos que freímos corbatas. Ante tal descalabro personal, preferimos seducir a los jefes para que nos apliquen un descuento en la exigencia. O preferimos quejarnos de que si no conseguimos la excelencia es porque estamos rodeados de incompetentes.
El rol profesional requiere auto-control, es decir, concentración. También requiere auto-organización de manera sostenida. Alguien disperso y poco organizado difícilmente hará bien su trabajo. Desgraciadamente, la digitalización contribuye a la baja concentración y a la dispersión.
Somos más que el rol profesional que hacemos
Dicho lo cual, por mucho lustre social que el rol profesional nos dé, todos somos más que el rol profesional que hacemos, todos tenemos otros roles de vida. Cuando como personas nos fundimos y confundimos con el rol profesional, acabamos atrapados y eso nos empequeñece.
Para muchos directivos su única valía se la otorga el rol profesional, por eso se presentan al mundo primero y ante todo desde el personaje del rol: yo soy el Director X.
El individuo tiene que tener clara su ambición y la responsabilidad que ésta le supone en el ejercicio del rol. La empresa tiene que tener clara la misión y los recursos asignados al rol.