Siete macro-sistemas para explorar la realidad

¿Qué contienen nuestros relatos sobre la realidad? ¿Qué nos resulta invisible y sin embargo está omnipresente? No está de más aclararlo. La realidad es un aluvión de al menos siete macro-sistemas humanos en constante interdependencia. En los trabajos de anticipación estratégica mediante escenarios, estos macro-sistemas nos resultan invisibles.

El diccionario de la RAE define la realidad como “la existencia real y efectiva de algo”, lo cual significa que ese algo se puede presentar, además de nombrarlo con palabras. También define la realidad como lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio”. A menudo confundimos la realidad con los hechos, la tratamos como verdad y la catalogamos como “práctica”, es decir, decimos que la realidad se opone a la virtualidad, a la ficción e incluso a la teoría. El psicoanálisis se interesó mucho por el llamado principio de realidad.

Los humanos elevamos nuestras propias creencias a la categoría de verdades. Nuestro relato de la realidad se transforma y se deforma en función de nuestro conocimiento racional, nuestra ideología, mitos, utopía, religión, conocimiento científico, tecnología, emociones o biosfera; por lo tanto, la realidad es multivalente ya que es a la vez interior y exterior a nosotros. 

Este es el resumen de los siete macro-sistemas que detallo más abajo:

1. El sistema religión

El sistema religión nos sitúa en el ámbito de lo sagrado, el dogma y la fe. También nos sitúa en el tiempo especial del recogimiento y la espiritualidad. O en el tiempo especial de nuestro punto de encuentro con nuestra comunidad. La religión es una forma de representarnos la relación. La fe es proveedora de sentido, uno “cree que” o “tiene esperanza de”.

El tiempo religioso es fundacional

El tiempo religioso es fundacional, es decir, es fuente de todo lo demás y por lo tanto es inmutable con el paso del tiempo. Esta interpretación diferencia el sistema religión de los demás sistemas que retengo aquí y le otorga la condición de sistema cerrado, es decir, que no está sometido a las influencias externas y por lo tanto que no va a evolucionar. Alternativamente, podemos considerar el tiempo religioso como parte del llamado tiempo histórico[1], es decir, como un sistema abierto a influir en los demás sistemas sociales y también a recibir influencias de éstos.

Cinco dimensiones constitutivas del sistema religión

El héroe fundador y su comportamiento prototípico (ej.: Jesucristo). El ritual y todo su despliegue simbólico (ej.: misas, procesiones, etc.). El mito o relato teológico fundacional (ej.: el nuevo testamento, el evangelio o despliegue de comportamientos fundacionales, la transformación sucesiva de hechos y prácticas históricas reales en relatos míticos). La producción de normas éticas o morales y su carácter prescriptor (ej.: los diez mandamientos). La organización terrenal (ej.: el líder mediador entre lo divino y lo humano, la estructura eclesiástica, la infra-estructura física, la estructura ideológico-económica, etc.).

Las conexiones con los otros sistemas

El sistema religión nos acerca al discurso prometeico del sistema utopía. Y nos acerca al discurso sagrado sobre el origen y el destino de la vida, que también están presentes en el sistema mito. Desde el sistema religión podemos inclinarnos del lado del sistema ideología, lo que sucede cuando caemos en el fundamentalismo o el dogmatismo.

2. El sistema mito

El mito es un recurso de nuestro imaginario asentado sobre un esquema temporal cíclico y por lo tanto repetitivo. La repetición como proveedora de sentido. El mito es un sistema social basado en una narrativa recurrente fruto de nuestra temporalidad recurrente, lo que comúnmente entendemos como “dar vueltas en redondo” o «dar vueltas alrededor del tiesto».

La circularidad como condición humana

El sistema mito se cala sobre nuestra estructura repetitiva del tiempo: la temporalidad mítica es esencialmente circular y esta es una condición esencialmente humana. El mito representa el relato repetitivo de las verdades primeras de la vida (fundacionales), o el de las verdades finalistas (últimas), lo que significa que el sistema mito explica pero no puede ser explicado. Y todo lo que explica y no puede ser explicado, nos sitúa en el ámbito de lo sagrado, es decir, de aquello que nos representamos como inexplicable e incuestionable, y por lo tanto de aquello que como humanos no podremos superar. Desde el sistema mito nos generamos sentido de unidad, coincidencia e identificación.

Desde el relato mítico nos insertamos en nuestra concepción tradicional, repetitiva e iterativa del tiempo. El discurso mítico es tal porque adopta la estructura secuencial de nuestro lenguaje. Cambiar los contenidos de nuestra narrativa es más fácil que cambiar nuestras formas repetitivas de hacer. El sistema mito tiene como función poner orden en nuestro tiempo, que sentimos que se degrada y nos acerca a la muerte.

La explicación sagrada del sistema mito

El universo de lo inexplicable e incuestionable por los humanos hace que el sistema mito sea a menudo la pareja de hecho del sistema ideología, al que da cobertura. El mito viene a imponer una especie de tope o límite (sagrado) a nuestra crítica, a nuestra capacidad de entender y de explicar(nos).

Todo aquello que desde el sistema ideología no queremos explicar como parte de sí misma, y por lo tanto como parte de un sistema profano de dominación y control, lo ponemos en manos de la explicación sagrada del sistema mito, el cual se presenta como un disfraz para disimular la ideología. Cada vez que desde la ideología acudimos a la simbólica del mito lo hacemos para preservar el inmovilismo y statu quo en las relaciones, y por lo tanto para preservar el sistema de dominación político-social vigente.

La perspectiva histórica del sistema mito

Históricamente, el pensamiento ilustrado catalogó al pensamiento mítico como una fantasía, una ficción o una forma empobrecida de nuestro razonamiento. Cuando el pensamiento ilustrado nació, el sistema mito ya tenía su cuota de mercado social en términos de dominación de creencias. Las componentes animistas que aún seguían presentes en nuestras sociedades cedieron progresivamente su plaza al argumento de la verdad racional. Hoy diríamos que nuestras sociedades “entraron en razón” o “se avinieron a razones”.

Entendió entonces el pensamiento ilustrado que su misión era (en gran parte) la desmitificación del mundo, lo cual pasaba por un proceso de “desencantamiento” de la naturaleza y de “reencantamiento” de la realidad social y de la potencia de la verdad racional presente en el sistema ciencia.

El contacto afectivo directo que el humano tenía con el mundo perdió cuota en favor de la razón calculadora, la eternidad cedió su espacio al tiempo, y el tiempo “primordial” propio del sistema mito cedió su espacio al tiempo medible. El deslinde que introdujo el pensamiento ilustrado desplazó el sistema mito del lado de la fábula y la falsedad, y puso a la razón del lado de la realidad y la verdad.

Tres reflexiones de actualidad

  • La élite de una empresa o de un país que repite el discurso del cambio o de la innovación no necesariamente es la que promueve el cambio. Una acumulación de discursos repetitivos no son necesariamente síntomas de apertura, aprendizaje y transformación sino de mito. Unos y otros no suelen ser conscientes de la recurrencia mítica presente en sus narrativas, ponen mas relato que recursos. El mito es inhibidor de innovación y de apertura a nuevas formas vitales, nuevas relaciones funcionales, nuevas adaptaciones («siempre hemos hecho así y no nos ha ido tan mal»).
  • Un cambio sistémico siempre se acompaña de un cambio de/en el mito que viene atrapando el sistema en su dinámica actual. En el cambio, los límites que venía imponiendo el mito se desplazan, las creencias sociales se transforman:
    • El ejemplo mas común de la empresa familiar española es que ésta se expande lanzando productos, a priori competitivos, por los que pelea duramente en mercado. Con el paso del tiempo y la diversidad de productos la empresa se vuelve una torre de babel, los productos y quienes los gestionan compiten entre si, con las consiguientes fricciones y pérdida de energía. No solamente no hay una visión unificada del mercado, sino que además el primero que se resiste a tal realidad es el creador del negocio que quiere jugar en todo momento el papel de héroe mítico, principio y fin de todo.
    • Otro ejemplo, vinculado al anterior del héroe mítico, es la resistencia del emprendedor a desplazar el foco de sí mismo (tangible) hacia la marca (intangible). El epicentro es él, no el negocio. Se vuelve omnipresente y omnisciente. La marca queda empobrecida. Hay mucho trabajo por hacer en las empresas para pasar del empresario-mito a la marca-mito.
  • El mundo de los negocios y de la política necesitarán un proceso de prospección de nuevos relatos míticos capaces de alimentar el imaginario colectivo en años venideros. Hay un agotamiento de los relatos míticos en vigor, desvirtuados por las sucesivas crisis que venimos conociendo, de tal manera que la frustración y la depresión vienen copando el imaginario colectivo. Las redes sociales son aceleradoras de esa frustración y depresión.

3. El sistema utopía

La versión futurista y prometeica de la utopía

Desde una interpretación funcional, el sistema utopía funciona como potenciador de nuestra imaginación, para darnos ilusión y esperanza en un mundo incierto. La utopía significa nuestra legítima aspiración a la merecida dignidad humana, está muy vinculada a nuestra aspiración de salvación, y nos une a todos desde un tiempo idealizado, que vinculamos al futuro. Esta versión futurista y prometeica genera apertura y confianza en nuestras posibilidades. Por ejemplo, hoy día creemos en la tecno-utopía, es decir, en las posibilidades redentoras que encierra la energía limpia o la inteligencia artificial. Alternativamente, la utopía también puede ser nostálgica porque entienda que nuestra fuente de inspiración está en el pasado, cualquier tiempo pasado fue mejor.

El concepto de utopía es, en todas las épocas, una variación sobre un presente ideal, un pasado ideal y un futuro ideal, y sobre la relación entre los tres (G. Claeyis, Utopía; historia de una idea, 2011: 7).

Tanto si nuestros ideales están en el pasado, en el presente o en el futuro, el concepto de utopía tiene a menudo cierta influencia en nuestra manera de entender dicho ideal (G. Claeyis 2011: 8).

La incertidumbre como fragilidad existencial

Con su reflexión sobre la utopía, el historiador G. Claeyis nos recuerda que la cuestión de la incertidumbre no es reciente en nuestras vidas tal y como se nos hace creer en tantos relatos. No es por lo tanto una característica específica de la economía mundializada que vivimos. La incertidumbre es una fragilidad existencial que los humanos venimos tratando de resolver también con los mitos, las religiones, las ideologías, y más recientemente con el racionalismo cuantitativo aplicado a los negocios, con el apoyo de la tecnología.

La versión presentista de la utopía

Con el antropólogo F. Laplantine pasamos de una representación de la utopía nutriente de sueños y aspiraciones, al de la utopía entendida como organización social diseñada matemáticamente. Para este antropólogo la utopía no es tal porque haya una promesa de un futuro redentor que acabará recompensando nuestro esfuerzo y entrega en el presente. No hay una tierra prometida.

La utopía es la construcción matemática, lógica y rigurosa de una comunidad perfecta, sometida a los imperativos de una planificación absoluta que ha previsto todo de forma anticipada y no tolera el mínimo fallo ni cuestionamiento (F. Laplantine, Les trois voix de l´imaginaire, 2010: 255).

Esta segunda versión de la utopía es presentista a tope, describe la vida del sistema social cuando como comunidad rozamos el mundo perfeccionado. El mundo que relata esta posición del sistema es más bien un mundo racionalista, determinista y cuantificable, tal y como se fantasea desde la ideología economicista. La comunidad se instala en un presente definitivo que hace innecesario el futuro y anula la aspiración espiritual del individuo, ya no hace falta adaptarse. Ni siquiera necesitamos soñar, basta con que trabajemos mucho y consumamos en consecuencia. La experiencia y la memoria del pasado tampoco son necesarias. La institución (o el poder institucional) ya sabe lo que el individuo necesita y se ocupa de ello sin ni siquiera consultarle.

Dos reflexiones de actualidad

El mundo vive confrontado e incluso enfrentado entre dos formas antagónicas de conectarnos con la utopía:

  • Por un lado está la utopía impulsada por la exaltación de la economía global y por nuestro anclaje en las organizaciones o en las marcas globales, portadoras de sentido («la empresa preferida para trabajar», «las marcas globales reputadas»). Los territorios rurales se vacían de gente, no son portadores de sentido utópico o lo tienen en el pasado (ej.: el retorno al pueblo). En cambio, las marcas o las urbes reputadas se llenan de candidatos en busca de sentido para sus vidas. Ya no hay territorios utópicos por conquistar, ni valores de vida o belleza por conseguir. Tan solo necesitamos mejorar la creación de valor (riqueza), la producción de verdad (conocimiento) o de tecnología (ingeniería). Las sucesivas crisis están quebrando esta utopía cuyo defensor ideológico es el neo-liberalismo, ansioso por crear riqueza y reforzar su poder, y negligente con la producción de verdad, valores y belleza.
  • Por otro lado, está la utopía impulsada desde el ecosistema de proximidad, portador de homogeneidad y de estabilidad. La ideología nacionalista impulsa esta utopía, la lengua o la Historia común ayudan a cerrar este círculo. Numerosas corrientes ecologistas, impulsoras del desarrollo sostenible, nutren (y se nutren) la utopía del localismo, desde un discurso centrado en reconocer los límites del mercado global por su impacto en el sistema biosfera.

4. El sistema ciencia

Desde sus orígenes, la ciencia se situó cerca de los hechos y de los juicios empíricos y pretendió excluir los juicios de valor e incluso los juicios éticos. La ciencia se puso del lado de los hechos y descartó sobre todo el sistema ideología, el sistema religión y el sistema mito. Desde la ciencia buscamos la luz en la oscuridad, su finalidad primordial es explicar y demostrar, desplazando las fronteras de nuestra ignorancia, o desplazando nuestras certezas y nuestras verdades.

La busca de leyes universales

La ciencia física busca a desarrollar leyes universales, es decir, que tengan la misma validez en el futuro que la que tienen en el presente. En el eco-sistema social no tenemos porqué obsesionarnos con buscar leyes universales; de hecho, la obsesión por la ley universal, absoluta y definitiva sitúa nuestros planteamientos más cerca de la doctrina.

La razón, la verdad y sus límites

La razón y la verdad son constituyentes claves del sistema ciencia. Ambas representan nuestro poder de mejora racional y de superación del presente. La búsqueda de verdad, desde el conocimiento, nos ayuda a definir el bien futuro. La teoría científica, como palanca de la ciencia, instiga en nosotros el pensamiento crítico de manera a inducir un progreso de nuestro conocimiento, desde la indagación, la conceptualización, la experimentación y la demostración.

Un primer límite del sistema ciencia es la torre de babel que se acaba formando entorno al conocimiento. La especialización y la tecnificación del conocimiento pueden ser tales que progresar a través de los universos y lenguajes de las diversas ciencias se vuelve un deporte de alto riesgo.

El segundo límite es que con el paso del tiempo, la razón se volvió omnipotente. Su absolutismo y prepotencia la llevaron a mitificarse a sí misma, es decir, a caer en la misma trampa. Basta con asistir a ciertos foros de científicos o de tecnólogos para darnos cuenta de los orgasmos míticos que se producen, hablando sobre las posibilidades infinitas que encierran el sistema ciencia y el sistema tecnología (Ej.: la innovación como fuente de mitos).

La conexión de la ciencia y la ideología

A lo largo de la historia, tanto desde el sistema ciencia como desde el sistema tecnología venimos manteniendo equilibrios y compromisos extraños con el sistema ideología, el sistema utopía o el sistema mito. Por ejemplo, hoy sabemos que desde el sistema ciencia llegamos a dar cobertura científica a lo que bien podría ser una tapadera ideológica. Otro ejemplo, desde el sistema ciencia por momentos tenemos la ambición absolutista de convertirlo en el modelo sobre el que articular todas las relaciones sociales: el cientifismo es el gobierno del mundo en nombre de la ciencia. El cientifismo es una deriva ideológica.

La perspectiva histórica del sistema ciencia

El sistema ciencia está muy vinculado a nuestra temporalidad historicista[2]; por ejemplo, la innovación científica se inserta en nuestra concepción moderna, progresista y lineal de la temporalidad. En ella entendemos que el pasado no es como el futuro, se da una asimetría entre ambos, con lo que conlleva en términos de cambio y progreso en nuestras vidas. El futuro representa una progresión nuestra con respecto a nuestro pasado, llegar al futuro los primeros nos redime y nos pone en contacto con la fantasía de inmortalidad.

La propiedad antidepresiva de la innovación

La ciencia está estrechamente conectada con la innovación. Innovar constituye una forma de marcar nuestro tiempo lineal con hitos que nos aportan sentido de progreso, de avance; al revés, la ausencia de innovación nos encierra en un tiempo tedioso, aburrido y repetido. A pesar de que, “la innovación” y “el mito sobre la innovación” son procesos de vida muy diferentes, ambos cumplen la misma función de “poner orden” en un tiempo que sentimos que se degrada poco a poco hacia la muerte.

Cuando innovamos, o comunicamos sobre innovación, tenemos mayor sensación de dinamismo del tiempo, algo parece que se mueve, algo nos dice que avanzamos más rápido. La innovación legitima nuestro quehacer ajetreado en esta vida, expande nuestro tiempo, nos abre nuevas oportunidades y nos acerca a la trascendencia, al sentimiento de libertad.

La narrativa de la innovación nos hace fantasear con que que ya hemos abandonado definitivamente el presente y ya estamos en el futuro, como si de dos pueblos se tratase, nosotros ya conocemos la luz mientras que los demás siguen en las cavernas, llevamos un pueblo de ventaja a nuestros seguidores inmediatos, hemos sabido sobreponernos a la gravedad y elevarnos mejor que los demás, hemos sabido superarnos, anticiparnos a lo nuevo que ya es mucho decir. El mundo de la ciencia y la tecnología se apoyan mucho en estos relatos del progreso.

5. El sistema ideología

La ideología se puede entender como una aberración de nuestra racionalidad funcional. Es una especie de raquitismo racional o de minusvalía teórica cuyo síntoma es la ausencia de sentido crítico y por lo tanto la ausencia de distancia (o de elevación) del observador respecto a la realidad profunda que subyace y en la que queda secuestrado.

La función de la ideología

La ideología cumple una función holista, es decir, genera unidad identificativa. El mundo se divide ideológicamente entre los que votan carne y los que votan pescado. Los demás (vegetarianos, veganos, dietéticos, celíacos, crudiveganos, etc.) son partidos minoritarios sin representación parlamentaria significativa para gobernar, aunque capaces de bloquear el gobierno. Bestias exóticas del escaparate de la diversidad de representación democrática de las ideas.

Si la ciencia es una expresión de nuestra individualidad, en cuanto a avance de nuestro conocimiento, la ideología lo es de nuestro gregarismo. La ideología cumple una función de ligazón y de generación de unidad (contacto de cada Uno con el Todo). Esta función de identidad y de unidad que llevamos a cabo desde la ideología es la que otrora cumplían los mitos.

La diferencia está en que el sistema ideología lo experimentamos desde el ámbito profano, es decir, desde lo que podemos cuestionar, interrogar y explicar, mientras que desde el sistema mito pretendemos transportarnos al ámbito de lo sagrado, lo incuestionable o lo que no podemos explicar, y menos aún superar.

El ámbito de las convicciones y los absolutismos

El sistema ideología nos sitúa en el ámbito de las convicciones, de los absolutismos y de los puntos de arranque de todo lo demás. Nos permite una relación social desde una reducción y una simplificación de la teoría. Es un sistema para justificar y legitimar determinadas relaciones y decisiones político-económicas. Desde el sistema ideología, los humanos subvertimos el sistema ciencia, el sistema tecnología o el sistema biosfera en aquello que nos conviene. Los manipulamos para someterlos a nuestros intereses.

Las conexiones con el mito y la utopía

La ideología es como un gran mercado de trueque entre libertad y seguridad (ofrecemos lo uno, predicando que ofrecemos lo otro), o de trueque entre libertad individual y responsabilidad colectiva. Desde el sistema ideología nos manejamos en el ámbito de lo profano, es decir de lo que podemos cuestionar, explicar y mercadear; por ello aparece vinculada a lo económico, lo político y lo programático.

La ideología mantiene una función de vecindad y de equilibrio con los elixires y aromas sagrados que provienen del mito, y con la promesa que envuelve a la utopía. Todos los programas políticos son prometeicos.

Tres reflexiones de actualidad

  • Considero la economía como un subsistema de la ideología aunque su progresiva matematización le otorga una apariencia de sistema autónomo, con sus teorías y demostraciones. Muchas explicaciones e interpretaciones económicas hunden sus fundamentos en el sistema ideología, a pesar de mimetizarse con el modelo explicativo del sistema ciencia. Por ejemplo, la ley del mercado no es la misma vista desde la ideología colectivista china, que desde la ideología individualista occidental:
    • En el primer caso, el partido comunista adopta dimensiones del sistema religión, la ideología es visible.
    • En Occidente, en cambio, la ideología aspira a hacerse invisible de cara al común de los mortales (la ideología de la no-ideología), dejando el espacio político para que lo ocupen charlatanes, títeres, populístas, nacionalístas y esquizo-paranoides de última generación, capaces de encauzar la frustración y la depresión dosificando el relato mítico y el utópico.
  • La débil conexión que algunos sistemas humanos o culturas establecen entre «la práctica» y «la teoría» se corresponde con una fuerte conexión entre la ideología y el mito, o entre la ideología y la religión.
  • El relato sobre la «incertidumbre» y sobre la «complejidad», además de ser un relato pobre porque abusa las mismas palabras para significar realidades muy distintas, es un relato que sirve a la ideología de la no-ideología, que denota oscurantismo.

6. El sistema tecnología

El sistema tecnología ha pasado de una misión industrial (producción de objetos y bienes), a una misión también y sobre todo social (producción de comportamientos). De la ingeniería industrial a la ingeniería social.

El totalitarismo cibernético

El especialista en tecnología digital J. Lanier señala seis patrones que nos instalan en el totalitarismo cibernético[3] (TC):

  • Los patrones cibernéticos de la información se vuelven los más apropiados para comprender la realidad. Una razón crítica es que están impulsados por el ego, al menos de momento. Desde el TC, la llamada cultura se convierte en memes autónomos que colonizan el espacio cerebral y que pretenden comprender el mundo mejor que el humano.
  • Las personas funcionamos esencialmente desde patrones cibernéticos. Nuestra fantasía superior es generar una “inteligencia artificial” autónoma y capaz de reproducirse. Esto significa que los ordenadores se vuelven tan amigables como para diseñar sus propios substitutos. Nuestra fantasía respecto a la creación de “sistemas expertos” o “inteligentes” es que somos más inteligentes cuando en realidad esto sucede a cambio de nuestra evolución hacia seres más estúpidos.
  • La experiencia subjetiva no existe o tiene un impacto escasamente relevante. Los ordenadores, los genes y la economía son no-humanos o meta-humanos que pululan nuestro mundo.
  • Aquello que Darwin describió sobre la biología y las especies se corresponde igualmente con la descripción singular y superior de la creatividad y la cultura ¿Llegarán los sistemas cibernéticos a ser lo suficientemente inteligentes y creativos como para regenerarse a sí mismos y generar un mundo post-humano?
  • Los aspectos cualitativos y cuantitativos de la información serán acelerados desde la ley de Moore[4].
  • Tanto la biología como la física se fusionaran con las ciencias computacionales[5], convirtiéndose la primera en bio-tecnología y la segunda en nano-tecnología, elevando el software a la categoría de naturaleza, transformando de esta manera la condición humana. Este último patrón significa que los algoritmos toman el control sobre la vida y sobre la física, hasta el extremo de volverse completamente autónomos.

7. El sistema biosfera

La biosfera es el único sistema fuente de vida. Los otros seis sistemas son sistemas fuente de sentido de la vida, que mejoran nuestra condición humana o nuestra calidad de vida.

La biosfera es el sistema más relevante, sobre el que (supuestamente) estamos muy preocupados y que sin embargo mantenemos más subordinado a los otros seis sistemas. Por un lado mostramos seria preocupación por la evolución de las condiciones para preservar vida diversa en el planeta. Por otro lado, los sistemas mito, ideología y utopía cooperan de manera activa para atrapar todas las iniciativas en una especie de burbuja. El sistema ciencia no está consiguiendo por sí solo cambiar nuestras creencias y comportamientos para mejorar las condiciones del sistema biosfera.

*****************

[1] Pedro Gómez García; Enfoques sobre el origen y la evolución de los sistemas religiosos, Gazeta de Antropología, 2015, http://www.gazeta-antropologia.es/?p=4701.

[2] Historicista significa “cambiante con el paso del tiempo”.

[3] http://edge.org/conversation/one-half-a-manifesto. Propósito recogido y traducido el 28/04/2014.

[4] Los ordenadores mejoran y se vuelven más económicos de manera exponencial.

[5] Engloba desde las herramientas de diseño y programación, hasta sus productos –motores de búsqueda, inteligencia artificial, realidad virtual, Web 2.0 o de interfaz usuario- y sus aplicaciones económicas y sociales tales como animación por ordenador, videojuegos, cibernube, redes sociales, management 2.0, o Wikipedia.