Deuda emocional, dependencia y lealtad en la empresa familiar
Existen disfunciones en la empresa familiar que tienen que ver con cuestiones de deuda emocional y de dependencia esperada, en forma de lealtad: la primera generación espera dependencia de la segunda.
Invierto tanto en ti que espero un retorno en forma de dependencia tuya; tu eres yo porque tu eres y haces como yo digo.
En numerosas empresas familiares suelen coincidir dos generaciones: la del emprendedor y la de su(s) descendiente(s). El progenitor invierte en su progenitura con la intención inconsciente de inducir dependencia emocional en forma de lealtad. La primera generación espera lealtad de la segunda, cuando la segunda entiende que su lealtad es con la empresa y menos con sus progenitores.
¿Así es como me devuelves lo que he hecho por ti?
A fuerza de prolongarse esta situación con los años, las relaciones familiares se enquistan : el progenitor no se quiere jubilar, y la segunda generación siente amputadas sus capacidades. Con el paso del tiempo la relación se instala en una dependencia mutua. Lo que pertenece a la esfera familiar se trae a la empresa, y al revés.
En mi libro El Liderazgo Colaborativo señalaba este límite que afronta la empresa familiar y que drena su competitividad. El progenitor no consigue convertir su sueño personal como emprendedor en una visión compartida para la empresa. Y los descendientes viven instalados en la jaula de oro, a cambio de una amputación de sus capacidades.
La lealtad es la razón por la que la empresa familiar muestra dificultades para aceptar un Directivo externo, ya que éste no tiene ni deuda ni dependencia, cosa que sí sucede con la segunda generación. Se recluta al Directivo para que (supuestamente) gestione el cambio, y al poco tiempo se le bloquea y se le despide por su autonomía emocional.